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No hay duda alguna que el vino es un producto que tiene un costado poético y romántico. Son innumerables los escritores y artistas plásticos que han dedicado parte de sus obras, cuando no su totalidad a esta bebida. Alexandre Dumas, el autor de Los Tres Mosqueteros y también de La Nueva Troya, un libro que habla de Uruguay (recomiendo conseguirlo) decía: “El vino se parece al hombre: nunca se sabe hasta qué punto se le puede apreciar o despreciar, amar u odiar; ni cuantos actos sublimes o crímenes monstruosos es capaz de realizar. No seamos, entonces, más crueles con él que con nosotros mismos y tratémosle como a un igual.”

Canciones sobre el vino hay miles, pero comparto con ustedes un crossover maravilloso, que junta el universo del rock reinado por Elvis Presley con unos Mariachis Mexicanos en la película El ídolo de Acapulco de 1963. Toménse un minuto para ver esto, que sin dudas es una obra de arte.

Pinturas en torno al vino hay miles también, desde momentos de consumo hasta naturaleza muerta. Elegí dos ejemplos, el primero es el Almuerzo de Ostras, de 1735, realizada por el pintor francés Jean-François de Troy, que nos muestra la primera representación del champagne como lo conocemos hoy. Podemos ver los corchos que salen volando de las botellas y la espuma que se forma en las copas. La casa de champagne Ruinart asegura que se trata de su vino (cronológicamente es correcto) y por ello su botella actual hace referencia a esta pintura. La segunda se trata de una naturaleza muerta de Pablo Picasso, pintor que con su cubismo representa no sólo el espacio, sino también el tiempo, al permitirnos ver diferentes caras del objeto al mismo tiempo, como varios cuadros en uno.

Es tal el efecto hedonista que provoca que muchas personas consideran el vino una forma de arte. Afirmar esto significa entonces sostener (necesariamente) que quien produce el vino es un artista.

Voy a dejar para el final mi opinión, pero antes de llegar allí creo necesario crear un marco teórico que permita que sea cual sea nuestra visión al respecto, sea lo más justificada posible.

Para decir que el vino (o cualquier cosa) es un arte, es necesario hacer algo muy difícil, que incluso especialistas en la materia muchas veces no logran trasmitir, es decir, definir qué es el arte.

Las dos primeras definiciones que aparecen en la Real Academia Española son: 1) Capacidad, habilidad para hacer algo, y 2) Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.

Si vamos a la primera definición, cualquier cosa es un arte (quizás sí). Si vamos a la segunda, sólo aquellas manifestaciones “plásticas, lingüísticas o sonoras” serían arte. Entonces surge la pregunta si el vino podría considerarse como una manifestación “plástica” que interpreta la realidad buscada por el enólogo, siendo en este caso la “realidad” el terroir.

Una definición un poco más ampliada de aquella de la RAE es la que aparece en Wikipedia, donde se indica que el arte es entendido generalmente como cualquier actividad o producto realizado con una finalidad estética y también comunicativa, mediante la cual se expresan ideas, emociones y, en general, una visión del mundo, a través de diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros, corporales y mixtos.

Aquí vemos como entra la definición de finalidad. Finalidad estética y comunicativa. El vino tiene sin dudas una finalidad comunicativa, ya que cuenta una historia o un momento. Tiene una finalidad estética sin dudas, en un esteticismo entendido como la provocación a los sentidos y la búsqueda de la emoción.

Es interesante continuar con la definición que encontramos en Wikipedia donde dice:  El arte es un componente de la cultura, reflejando en su concepción las bases económicas y sociales, y la transmisión de ideas y valores, inherentes a cualquier cultura humana a lo largo del espacio y el tiempo. Se suele considerar que con la aparición del Homo sapiens el arte tuvo en principio una función ritual, mágica o religiosa (arte paleolítico), pero esa función cambió con la evolución del ser humano, adquiriendo un componente estético y una función social, pedagógica, mercantil o simplemente ornamental.

Creo que nadie puede discutir que el vino es un componente de la cultura, y que refleja las bases económicas y sociales. El vino solía ser sólo un alimento y evolucionó junto con la humanidad para pasar a tener un gran componente estético, función social… mercantil u ornamental.

Rothko, uno de mis artistas favoritos (y no, vos no podrías hacer lo mismo), buscaba a través del arte un lenguaje universal, por eso tras explorar varios universos termina yendo hacia un lugar de fácil interpretación para todos, sin necesidad de tener un bagaje de conocimientos que permitan dar contexto a algo que vemos.  Podríamos hacer un paralelismo con el vino e incluirlo por supuesto en la gastronomía, para llegar a la conclusión que quizás no un lenguaje universal, pero sí se trata de una manera de comunicarnos (salvo por supuesto para aquellos que por diferentes razones no lo consumen).

Otro concepto ampliamente compartido es que el arte es tal dependiendo de los ojos del observador. Por eso para algunos una pintura puede ser maravillosa y para otros no generar nada. Es en este último concepto que me voy a detener, he escuchado gente que sabe del tema decir que el arte tiene como objetivo generar algo en el observador (ese algo puede ser desagrado, como sucede con algunas manifestaciones artísticas). Entonces en ese caso podemos decir que hay vinos que cumplen con el postulado de “generar algo”, evocar recuerdos, generar memorias, desprender emoción. Por otro lado, todos hemos probado vinos que no nos generan nada, que un rato después ya no nos acordamos lo que tomamos.

Si llegáramos a la conclusión de que se trata de una forma de arte, es sin dudas un arte éfimero, un arte de consumo único, como una pintura que vemos sólo una vez. Obviamente que podemos tomar una segunda botella del mismo vino (considerando que esto exista, ya que parafraseando a Heráclito cuando dijo que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, es interesante discutir si podemos tomar dos veces el mismo vino), pero la segunda experiencia es diferente y por lo tanto la relación “obra”/espectador ya no es la misma.

Para mí el vino (o algunos vinos) es de cierta forma un arte, y por lo tanto estoy diciendo que quien lo realiza es una especie de artista. Pero un artista que se apoya en la ciencia y en el saber hacer. Por eso dos enólogos con la misma educación y las mismas herramientas pueden ser capaces de tener creaciones diametralmente opuestas.

Así como creo que el vino es una forma de arte así como la pintura, creo que no todo vino (así como no todo pincelazo en un lienzo) es un arte. Algunas botellas generan en nosotros lo que el arte busca. Hay vinos que emocionan hasta casi las lágrimas. Hay vinos que mueven nuestros cimientos. Hay vinos que nos cambian. Allí el enólogo, el artista en este caso, logra trasmitirnos algo. Ese algo cambiará según el observador por supuesto, al igual que cambian las sensaciones frente a cualquier obra de arte.  

Lo que sucede, al igual que con muchos artistas plásticos o de otras áreas, es que en ocasiones el arte no paga, y hay que pagar cuentas, salarios, impuestos y más. Por eso es común encontrar bodegas que tienen joyas en su portafolio compartiendo espacio con cuadros más genéricos. Pero estos son necesarios para pagar las cuentas y permiten concentrarse y entregarse a la producción de pinturas únicas.

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